jueves, 14 de octubre de 2010

Y he limpiado la rebaba,
de la gubia que me guió
por el surco de tu espalda.

Escuché el murmullo del deambular
de la brisa,
por los recodos de tu fortaleza.

Estás tan cerca,
y la lluvia no humedece el cristal...

Todos están siempre tan cerca,
a ninguno parece alcanzar.

Tus pasos no se escuchan
pero tus brazos y voces,
si se sienten.
Y te pido que te sientes.

Que te burles de las risas,
de los lloros,
y me beses.

No siento nada ya con esos besos.
A veces soy lejana hasta para mi persona.

Tengo curiosidad siempre,
¿alguna vez estremeces o enmudeces?
Y la cascada de tu voz me atañe.
Me involucra sin avisar.

Y me encuentro huyendo de tu presencia ahora.

Confundo cuerpos, confundo entes.
No hay sentimientos traslúcidos.
Te veo en ropa de baño,
rebozar tu cuerpo con la arena de mis suelas...

Chapoteas los charcos con las pestañas,
y me abrazas,
como otros tantos,
me abrazas, me abrazas.

Tus palabras,
como todas,
no existen.

Los recuerdos desaparecen,
no existen en concepto,
en cuanto te veo,
en cuanto otro salta, trepa,
haces crecer mi pelo.

Amasando mi vida te descubro.
Me rindo.
He ganado.
DE NUEVO HE GANADO.

La eclosión no llegó de nuevo a ningún sitio.
Porque la criatura escapó antes de tiempo.

He ganado.


viernes, 8 de octubre de 2010

1:47 de la mañana.


La evasión me produce... No se ya que me hace daño y que no.

O mejor dicho, lo se, pero no me cuesta tanto llevarlo.

Me encuentro mirando el suelo que voy a pisar pocos segundos después, no más allá.

Es normal en el ser humano, en la juventud, en el alma cándida, el mirar hacia delante.
Pero yo no lo hago. Ya no lo hago.
¿Síntoma de que algo marcha como no debe?
No lo se.


Ahora soy un nuevo caballo galopando por la orilla del mar,
un desconocido para si mismo,
las burbujas me sonríen al pasar,
se acercan,
me lamen, me mecen,
y cuando voy a tocarlas se me escurren entre las grietas de mis dedos,
de mi sonrisa...

El egoísmo del crear me llama.
Y me pregunto si seré capaz de apartar un poco este amor general,
de mi espalda.
Para pararme a retratar.

En cuanto toco el pigmento,
siento que se van todos a escapar.
Pero si me sumerjo en la burbuja
que se crea en la boca del nacimiento,
me olvido de esos temores...
Y solo queda el desafío.