martes, 25 de enero de 2011

Como una bofetada de nuevo todo deja de ser metáfora.
Escucho mis deseos más profundos.
Los veo tan sencillos y firmes, en el fondo...

Dudas amplían mi campo de visión.
Acabo de entender para qué servía,
el cubo lleno de arena,
en la puerta de ese callejón.

La muerte siempre está latente.
Pero no siento miedo,
solo dolor cuando roza mis puntos débiles.

Notó que nunca he odiado su existencia.
Pero no había sido consciente de ella.

Al ser consciente,
me escucho justificar mi cobardía,
admito la derrota sin haber antes,
empezado a luchar...
Tomo excusas como intentando sanar
heridas que aún no han aparecido en mi.

Y ahora la fiebre del compañero de al lado,
parece mi fiebre,
y noto temblar lo que pensaba fijo.

La belleza de los cuerpos,
esa belleza que siempre veo,
ahora parece acercarse,
aproximarse,
y me doy cuenta que no la conozco.

Que solo la he estudiado,
admirado.
Pero nunca la he sentido rozando mi carne.

Aquella idea que todo el mundo desea,
a mi me esquiva.
Mi cabeza parece sostenerla,
pero con el viento vuela,
con las pinzas se aferra.
y los rayos son demasiado brillantes.
Demasiado brillantes.
Demasiado brillantes.

Puedo convivir con eso.
Puedo sentir como formo parte,
de la gran unidad.
Del gran deseo que unos tienen,
otros quieren,
y otros necios niegan.

Pero no puedo sostenerlo entre las manos.
Demasiado brillantes.
Demasiado brillantes.

domingo, 23 de enero de 2011

Quiero estar contigo. Conocerte. Y tocarte. Tocarte entero. Saber como son tus piernas, tu tronco firme, tus brazos firmes.
Entras y posas tu mano en mi espalda.
Entras y te sientas en frente. Pretendiendo que yo pueda estudiar con tu presencia.
Tu fuerte respiración me hace vibrar y sudar.

Puede ser que no seas consciente de todo esto.
O simplemente lo seas y te encante.
Pones en tu boca palabras que parecen estar hechas para tocar las campanas, mis tímpanos.
Y me suena dulce hasta la soltura de tu sonrisa. El suspirar de tu fastidio.
Es entonces cuando quiero que mañana vuelvas a aparecer.
Estás a mi lado y dan igual las horas de papeles y olor a tinta.

martes, 11 de enero de 2011

Un enseñar pero no enseñar de mi persona,
me consume por momentos.
No se si mirar para atrás.
Temo verte mirar a un punto
ajeno a mi, pero próximo.
Podría aproximarme.
Preguntarte por qué estás aquí,
en el mismo lugar que yo.

Puede que me observes,
sin yo darme cuenta.
Cambiamos el verbo,
la persona.
Puede que te observe
sin que te des cuenta.

E incluso, podemos cambiar todo. Puede que mires a la ventana, sin prestar atención a nadie.

Temo a la estupidez. Y ahora te observo de espalda. Tienes una gran espalda.
Estás sano.
Me siento un niño que no sabe las reglas del juego. Noto una timidez estúpida. Y una sexualidad a ratos muy despierta, a ratos muy dormida.

Pero es divertido. Me veo descender las cuestas con la bicicleta, como si nada me importase, como si todo me importase.
Y me veo corriendo una recta interminable.