martes, 11 de enero de 2011

Un enseñar pero no enseñar de mi persona,
me consume por momentos.
No se si mirar para atrás.
Temo verte mirar a un punto
ajeno a mi, pero próximo.
Podría aproximarme.
Preguntarte por qué estás aquí,
en el mismo lugar que yo.

Puede que me observes,
sin yo darme cuenta.
Cambiamos el verbo,
la persona.
Puede que te observe
sin que te des cuenta.

E incluso, podemos cambiar todo. Puede que mires a la ventana, sin prestar atención a nadie.

Temo a la estupidez. Y ahora te observo de espalda. Tienes una gran espalda.
Estás sano.
Me siento un niño que no sabe las reglas del juego. Noto una timidez estúpida. Y una sexualidad a ratos muy despierta, a ratos muy dormida.

Pero es divertido. Me veo descender las cuestas con la bicicleta, como si nada me importase, como si todo me importase.
Y me veo corriendo una recta interminable.