miércoles, 12 de agosto de 2009

Y con sus palabras recitando aquello,

abría brecha, puerta, ventana,

descendía escalera,

resultaba la pluma de la paloma acostumbrada al batir de sus alas.

Descender suave, de lo inevitable.


[...]


No te acerques. Tu frente, tu ardiente frente, tu

encendida frente,

las huellas de unos besos,

ese resplandor que aún de día se nota si te acercas,

ese resplandor contagioso que queda entre las manos,

ese río luminoso en que hundo mis brazos,

en el que no me atrevo a beber, por temor después a

ya una dura vida de lucero.


[...] Vicente Aleixandre