miércoles, 16 de marzo de 2011

Pintando en Verano.

Son pocos los rastrojos
que quedan intactos
tras el rozar del viento.

Una lluvia que parece
no empaparme ya.

Pero aun así una huella
de purpurina,
sumergida en dulzura,
si logra resistir.

Un batir de alas,
unas tardes calurosas.

Puede incluso que tú
lo recuerdes.
Aun así no hay melancolía,
ya no.

Las flores en mi cabello.
Tu mano en la oscuridad.
Solo no volvió mi tranquilidad.

Una masa de energía incesante,
solo tú la conseguías sosegar.

Y aunque estás en la misma ciudad,
yo ya no te encuentro.
Tú ya no estás.

Y de todo ese mar de tristeza,
solo resistieron las caracolas
y las conchas de nácar.

No puedo recordar.
Antes lo hacía sin poderlo evitar.

Esas calles,
no eran de nadie.
Tú las tomaste,
les diste nombre,
color, olor y escaparates de luz.

Ahora esas calles son mías.
Aunque tú partida las dejó
solitarias y austeras,
ahora son mías.
Y no voy a parar de correr por ellas.