domingo, 7 de noviembre de 2010

Noto aletear entre corrientes sanguíneas.
Un dulzor empalagoso fluye,
transcurre,
por las esquinas.

La paleta es fría.
Tardía.
Solo corriendo mi sangre entra en calor.
Y los árboles con copas doradas se mecen
con el aliento de las nubes.

Podría girar, girar, girar...
Estando con el mismo mareo que antes.
Parece melancólica la farola de mi ventana.

Una frialdad pasajera, vana,
difusa,
se empapela con la translucidez de lo estúpido.
De otro estúpido.
Y me pregunto por qué todos actúan.
¿Por qué nadie se muestra como es?

El temor a parecer sencillo,
calla a la personalidad,
a la lucidez y belleza.
Se que por eso estoy cerca y lejos.
Yo tiendo lazos de colores,
nadie es capaz de cogerlos,
sin teñir su cabello del mismo color...

Abrazar las nubes,
haciendo un emparedado con tu pecho,
y tu calidez.
Ternura amarillenta,
verdor particular de su cristal.