viernes, 26 de noviembre de 2010

En cuanto me descubro ante la soledad
mi cuerpo se encoge,
igual que la lana al lavarse...
Pero por el lado de las costuras.

Huyo a la calle.
Busco personas, moldes, encarnecidos...
La independencia va acompañada
de una necesidad de espacio compartido.
Y esa necesidad cuando no es cumplida,
puede llegar a convertirse
en una verdadera carga.
Un astrolabio desorientado
en ese momento son tus ojos.

El hilo de tu pensamiento.

En los silencios nadie te escucha.
Solo te escuchas tú,
monologo no compartido.
Oyes tus estupideces, tus parloteos banales.
Tus debilidades a voz en grito.
Pero a la vez no oyes nada,
te cansas hasta de tus quejidos.

Mirando el paisaje puedes lograr serenarte.
Pero no hay nada
como un buen abrazo compartido, sincero,
y cargado de sentimientos.

Entonces las nubes se pintan solas.
Y las hojas se doran
con el fuego de las llamas de tus impulsos.

El salpicar de tu sonrisa inunda estanques.
Las mañanas de niebla tornan en huertos solares.

"Aquí estoy yo. "
Dirá tu mano, a su mano.
Tu boca a su oído.
Y agonizarán las voces,
mientras la risa será su juego,
será tu juego, y el mio.