Pensé en nuestro encuentro
no premeditado.
No se que mirada tenías
cuando nos encontramos
en la oscuridad.
No recuerdo el tacto
de tus manos
entre mi vestido
de seda falso.
Y mi piel que considerabas de niña...
Hablaste
y hablas demasiado.
Y yo sentí un: no.
Pese a que el calor
y el calor de mi piel
dijesen: sí.
En esos momentos
era cuando debiste insistir.
Era en esos momentos
cuando debiste existir.
No marcaste
por temor al dolor.
No acariciaste más,
por temor a la pasión.
Nunca entendí entonces
tu excitación.
Y desperté entre tus brazos
y quise ducharme.
Y quise olvidarte.
Y al entrar en la habitación
te vi dormido.
Aun dormido.
Y supe que todo pasó.