miércoles, 18 de noviembre de 2009

¿En qué momento una canción pasa a formarte parte de ti? ¿A ser de tu posesión?

La melodía entra por tus tímpanos, inunda tu mente la idea, los sentimientos que han querido trasmitir en aquella canción. Entonces tu subconsciente tiende sus garras hacia aquella letra, aquella música...

Y lo lleva todo a su terreno, al campo de los recuerdos, o de los sentimientos y sensaciones que están actuando en tu interior.

Esa canción ya no es solo de una persona, ni de las miles de personas; que hasta ese mismo momento que empezó a sonar en tu radio, en tu aparato de música, en tus cascos, se sentían identificadas con ella.
Ya no son solo millones de personas quienes lloran, ni millones de personas quienes ríen, si no que tú también. Incluso puedes emocionarte solo oyendo la primera nota, puedes sentir tu piel ponerse de gallina o una repugnancia, un odio exacerbado nacer...
Pensar de una manera exagerada, o relajarte de tal manera que olvides todo cuanto te rodea, olvides tus problemas, o pienses en los problemas de otras personas, en las injusticias...
Tú lo haces de tu mundo, ahora es parte de ti.

Y revives cosas cada vez que la oyes. Y abres la lata donde se conserva tu pasado.
O incluso esa canción, independientemente de su sentido verdadero, se impregna de lo que estabas haciendo, de lo que estabas sintiendo, oyendo, viendo, paladeando; en el mismo momento que la oíste por primera vez.

Una canción compartida con una, o varias personas.
Un recuerdo de una pasada amistad, de una nueva amistad.
Ya da lo mismo quien la escribió, quien la modificó, quien la toco, da todo igual.
Porque ahora puede ser solo tuya, puede ser el icono de ese amor que estas viviendo, o de ese que rememoraras cuando haya finalizado, cuando haya sido modificado, o cuando haya recorrido medio universo entre unas sabanas, un césped, un mundo.