lunes, 4 de abril de 2011

Y son muchas veces,
a lo largo del día
que debo recordarme,
no mirar atrás.


No quedarme en esa humareda de tierra,
de polvo,
de labios
y pétalos de verano.

Un cielo estrellado sostiene
mi mirada,
mi sonrisa,
y el deambular de gatos.

Ya no hay nada igual.
Y eso es agradable,
desagradable,
suave y áspero.

Pero ni rastro ya de pena.
Aunque al cruzarse,
hay una colisión con el ahora.

Y es entonces cuando me pregunto:
¿Es una pincelada nueva
sobre una caduca?